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Todo el tiempo que el sacerdote Joyadá dirigió a Joás, éste hizo lo recto a los ojos del Señor. Sin embargo, los altares en los montes no se quitaron, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso allí.

Un día, Joás dijo a los sacerdotes:

«Todo el dinero consagrado que el pueblo suele traer al templo del Señor, y el dinero del rescate de cada persona, según está estipulado,(A) y el dinero que cada uno trae voluntariamente al templo del Señor,

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